Eran cerca de las seis de la tarde. Adrián y yo ibamos ya de regreso al departamento, el día había estado muy bueno, pero ya hacía frío y el sol se había ido.
Ibamos discutiendo en el camino sobre cosas triviales. El tubo de la pasta de dientes, si él le subía o bajaba la tapa del inodoro, si él ponía o no las direccionales cuando daba una vuelta o cambiaba de carril, incluso si se les estaba pegando mucho a los chicos de la motocicleta que iban delante de nosotros en la carretera.
Fue en eso que él se quedó callado, dijo "estos se quieren matar" y tomó el volante fuertemente. Fue tan extraño... pero inmediatamente comprendí su reacción. A nuestro lado pasó un auto con tanta velocidad que no pude ver si era una camioneta o un auto pequeño o grande, sólo vi algo oscuro pasar.
Escuché en el justo momento que nos había pasado un chillido tan agudo que parecía de alguien gritar por su último aliento de vida. Pero al parecer era solamente el sonido de las llantas queriéndose aferrar al asfalto. Seguí con la vista la ruta de ese auto que ahora veía con más detalle, era uno pequeño, de color azul marino y techo de color blanco.
Por milagro no chocó contra la motocicleta de enfrente. Se veía desde nuestro auto que aquel auto no iba a regresar más a la carretera y todavía llevaba una velocidad endemoniada... Lo que pasó después sólo lo había visto en las películas que iba a ver con Adrián al cine.
El auto salió de la curva y entró a una cuneta al lado del camino, ahí golpeó todo tipo de pequeños arbustos y árboles pequeños, todas las ventanas se pusieron blancas, parecían haberse estrellado todas, pero por la velocidad del auto, eso no fue suficiente para pararlos. Y al salir de ese vado, el auto voló por los aires y dio cerca de tres vueltas. Fue en ese momento cuando varios vidrios de las ventanas salieron disparados. Parecía que alguien estuviera apretando con su puño una fruta y por la presión su contenido estuviera saliendo disparado.
Sin embargo, lo peor aún faltaba, y eso, era el momento de caer. Y cuando lo hizo, fue con las ruedas hacia el cielo, fue un golpe tan fuerte, que sumió el toldo del auto como una pequeña caja de cartón. El auto arrastró unos cuantos metros, y lo hubiera hecho más sino es porque un árbol estaba colocado justo en medio de su camino. Camino que terminó justo ahí. Yo estaba segura que también había sido el mismo resultado para los pasajeros de ese auto.
Adrián y yo estabamos pasmados, todo pasó sólo en cuestión de segundos. Después de presenciar tan abrumante accidente le dije que detuviera el auto, que teníamos que ayudar a quien estuviera dentro.
Él lo detuvo inmediatamente, y ambos bajamos de él, pero no me dejó acercarme al auto, me tomó por el brazo, yo le voltée a ver ásperamente reprimiendo su conducta. Él se limitó a decir que el auto podía explotar.
En ese momento vimos a uno de los pasajeros del auto salir de los vidrios todos rotos y estrellados de la parte trasera, sangraba constantemente de su muñeca y frente. Fue entonces cuando Adrián y yo no nos detuvimos más y corrimos hasta ese lugar.